Difíciles, sangrietas y costosas fueron para las gentes de la península
ibérica las postrimerías del siglo XV. Pues, mientras Castilla se
desangraba en luchas nobiliarias movidas por oscuros intereses de los
Carrillo, los Mendoza o los Pacheco, y el reino de Aragón vaciaba sus
arcas en una guerra sin final contra Francia
y los rebeldes catalanes,
el pueblo pasaba hambre y su propia miseria y desesperación lo
convertían en fácil presa de la horca del señor, de las fiebres y las
pestilencias.
Y tuvo que ser un matrimonio, el formado por Isabel de Trastámara y
Fernando de Aragón, concertado a espaldas de la voluntad real y el
permiso de la Iglesia, quien diera comienzo a una época de esplendor que
puso fin al poder nobiliario y dio leyes y futuro a tanta tierra
astragada por las algaradas y a tanto vasallo sin esperanza.
Bien es cierto que el de los Reyes Católicos fue un reinado cargado de
“luces y sombras”. Porque si sombras fueron su ciego apoyo a la
Inquisición, la aniquilación de la cultura nazarí o el atraso
socio-económico y cultural que nos supuso la expulsión de los judíos,
luces que refulgieron fueron la unificación de España, su apoyo al
descubrimiento de América o la ley de libertad del vasallaje.
Y para un perseguido grupo de pastores, encabezados por Pedro Rodríguez
“el Viejo”, no habría mayor luz que aquella que, desde un principio,
avalaría su libertad y fomentaría sin reparos la fundación de una aldea
que no tardaron en llamar San Sebastián de los Reyes. Y esa luz siempre
sería el incondicional apoyo de Isabel y Fernando.
Ésta es la historia de la creación de un pequeño pueblo que, en desigual
lucha contra su antiguo señor y aquellos a los que no interesaba su
existencia, supo renacer una y otra vez de sus cenizas amparado por la
fuerza que le imprimían la ley y la razón.
MI RESEÑA:
Una buenísima historia sobre la fundación de mi pueblo San Sebastián de los Reyes (Madrid). De hecho entre esos personajes que huyeron de Puñoenrostro se encuentran mis antepasados.
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